Que diría Jesús a los venezolanos

La verdad es que tengo días tratando de comenzar este escrito y aunque empecé después de las elecciones del 17 de abril, por diversas razones tuve que parar y volver a empezar varias veces. Eso lo que hizo fue vivir dos o tres semanas de las más tensas y extrañas que visto en esta Venezuela que nos ha tocado vivir. Por un lado exceso de retórica, repeticiones, contradicciones, múltiples interpretaciones, abusos, oídos sordos, insultos, golpes, patadas y lo peor, muy cerca el umbral de un conflicto que pudiera hundirnos como nación. Van y vienen cadenas de televisión que no se justifican. Ruedas de prensa de la oposición que como disco rallado solo repiten lo mismo una y otra vez. No me parcializo aquí por nadie pues ambos grupos caen en las mismas trampas y si seguimos así terminaremos destruyéndonos sin ni siquiera haber comenzado a resolver la crisis en la que estamos.  Poco a poco, y parafraseando a Ghandi, ojo por ojo y Venezuela se está quedando ciega.

Un sector reclama revisión de los resultados electorales pero lo hace a veces de manera un poco torpe, descuidada y con aires de superioridad. El otro habla buscando minimizar el reclamo, tratando de alguna forma de apabullar lo único que hasta ahora si ha sido comprobado y es que, los “otros” constituyen una población de ciudadanos del mismo tamaño que la de sus propios seguidores. Es decir, que existe un país dividido políticamente a partes iguales. A pesar de esas circunstancias, se atreve a inventar historias que inundan a la fuerza todos los medios, abusando así de su poder y progresivamente buscando anular a quienes no están de su lado. Es un ciclo perverso del que parece no podemos salir. Sin embargo, aunque ya llevamos como catorce años en este toma y daca, el escenario es novedoso porque el resultado electoral muestra una paridad sin precedentes, pero que también trae consigo un mensaje que necesita ser captado.

iraSe habla de diálogo. Pero, ¡vaya qué diálogo! Se trata de una conversación que no ha comenzado y que difícilmente comenzará, si quienes están en posición de fomentarla, buscarla, dar el ejemplo, nos guían con expresiones en las que equiparan el hablar con esos con una conversación con el “mismo diablo” o con los seguidores de pequeños dictadores fascistas fracasados. Los opositores no ocultan su rabia y añaden más leña al fuego en cada una de sus intervenciones. Hay rabia en ambos lados y ninguno parece querer bajar la guardia. Uno ejerce el poder con más dureza y el otro resiste provocando nuevas escaladas en la diatriba. Lo cual nos recuerda lo que decía Foucault, que el poder solo puede existir en función de la resistencia, “donde haya poder siempre habrá resistencia”. Aunque la resistencia trata de contraponerse al poder, de una manera extraña éste termina afirmándose, por lo que este juego podría seguir por mucho tiempo como ya lo hemos vivido los venezolanos, y como dijimos anteriormente, hasta que todos terminemos ciegos.

No se si yo sea idealista, pero me parece que las iniciativas de diálogo y solución a los problemas deben venir en primer lugar de los líderes que ocupan las más altas posiciones de gobierno. Aquí me refiero específicamente a quienes detentan el poder y que deben velar por el bienestar del país. Bien lo dijo Jesús en una de sus clásicas metáforas: A quien mucho se le da, también se le pedirá mucho; a quien mucho se le confía, se le exigirá mucho más. Por lo tanto a un gobierno que se le han confiado riquezas humanas y materiales como las que tenemos en este país se le tiene que exigir la búsqueda de la reconciliación de los venezolanos. Su renuencia a la búsqueda de un  verdadero diálogo revela, aparte de arrogancia, un anhelo de afincarse en el poder y dominar todos los espacios. No hacerlo significa eludir con una responsabilidad histórica. Como ha dicho una comentarista política: “la polarización puede que sea una buena forma de ganar una elección, pero también es una buena manera de destruir un país”, justamente lo que hemos vivido en los últimos 14 años. Hoy por hoy, la convivencia de los venezolanos y su progreso es más importante que cualquier proyecto ideológico, especialmente cuando la aparente hegemonía de éste ha sido severamente cuestionada en las elecciones del pasado 17 de abril. Sin embargo, como se puede constatar fácilmente, una victoria marginal, que obliga a conversar, negociar, llegar a acuerdos, se pretende convertir a la fuerza en una “victoria aplastante”.

Sin embargo, estoy de acuerdo con Pedro Trigo cuando señala lo complicado que es salir de la polarización en la que estamos sumidos. Tanto para los unos como para los otros dialogar implica transigir, conciliar, escuchar, prestar atención al otro y en muchos casos hacer concesiones. Como añade Trigo:

Para avanzar en la despolarización es necesario sentir en el alma esos efectos tan negativos, porque sólo si cada persona siente que no puede seguir así, estará dispuesta a pagar el precio que exige desmarcarse de ese mecanismo compulsivo y pasar a otro horizonte. Esto es así porque los ambientes polarizados son profundamente coactivos y represivos. Sólo aceptan intercambiarse en su código; y lo que no cuadre con él, se califica como contemporización con el enemigo, como ablandamiento suicida y a la larga como traición. Por eso, como el costo es muy elevado, se necesita un impulso interior muy profundo, una determinación muy firme, para cambiar decididamente de código, de horizonte, de percepción, de modo de valorar y de relacionarse.

No hay dudas que una de las áreas que requiere el mayor esfuerzo en este momento histórico es la de la comunicación entre estas dos partes. Pero hemos caído tan bajo. Quizás ya hemos transitado un camino que no debíamos haber recorrido. Hace unos años atrás pasé un buen tiempo meditando en el mensaje del Sermón del Monte de Jesús que se encuentra en los capítulos 5, 6 y 7 del evangelio según Mateo. Estos pasajes proponen una visión radicalmente diferente de vida, de la forma como nos relacionamos y cómo entendemos la justicia. Ellos son particularmente desafiantes para quienes nos hacemos llamar cristianos pues nos obligan a dejar a un lado la religiosidad exterior, para hacer de las enseñanzas de Jesús el núcleo del cual fluye nuestras acciones y nuestra espiritualidad.

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Precisamente allí en el Sermón del Monte hay un versículo que nos desafía en esta hora histórica, más aún cuando oficialistas y opositores se han declarado cristianos y han apelado los símbolos y rituales del cristianismo para validarse. Básicamente Jesús redefine el viejo mandamiento de “no matarás”, de una forma novedosa. El asesinato físico como tal era el límite impuesto por la vieja ley para las relaciones de conflicto entre iguales, pero Jesús establece una nueva referencia y redefine nuestras reacciones de rabia cuando nos confrontamos con otras personas. Me he tomado la libertad de parafrasear Mateo 5:21-22 de la siguiente forma:

Ustedes saben muy bien que a sus antepasados se les dijo: No mates, pues el que mate a otro será condenado. Pero yo les digo que cualquiera que exprese su ira contra su hermano o hermana, será condenado. Quien insulte descuidadamente a un hermano o hermana será llevado a juicio. Igualmente, aquel o aquella que insensatamente injurie a otra persona llamándola idiota quedará a un paso del infierno. La moraleja de todo esto es que las palabras matan.

Si aplicáramos este pasaje literalmente, podríamos decir que las cifras de muertos en los diarios están completamente subestimadas. Hemos visto la rabia desbordarse, los insultos ir y venir, el lenguaje vilificarse, el uso de sobrenombres, la vociferación de términos estigmatizados, y escuchar maldiciones proferidas por unos contra los otros. Pero quizás la lectura del pasaje de por si suena un poco floja en castellano. Dallas Willard, quién por cierto murió el día de hoy, señala en su extraordinario libro The Divine Conspiracy, que el texto nos muestra una progresión. Comenzando con la ira, pasando por el desprecio, hasta degradar la humanidad del otro, lo cual bien puede conducir a la brutalidad física y quizás hasta la muerte.

Sin embargo las palabras en nuestro idioma no tienen la misma fuerza ni significado que el original. Primero, el texto  usa la misma construcción que en el mandamiento veterotestamentario de “no matar” para la expresión de la ira contra otro. Luego, el vocablo en arameo usada para describir el insulto es “raca”, que se origina del sonido que uno hace cuando recoge saliva en la garganta para escupir, es decir, se trata de una señal de profundo desprecio. Por último, el término traducido como “idiota” básicamente hace referencia a la escoria humana, casi al nivel del perro que come de su propio vómito (Proverbios 26:11). He allí la progresión de la que nos habla Willard.

Lo desafiante para los cristianos son los versículos que siguen en Mateo 5:23-26. Donde Jesús nos conmina a “reconciliarnos con nuestro hermano” y a “llegar a un acuerdo con tu adversario”.  Pero la reconciliación debe ocurrir antes de ofrecer sacrificios en el templo, antes de cumplir con obligaciones religiosas, antes de momentos sagrados. En otras palabras una verdadera actitud cristiana hubiese llevado a  la búsqueda de una reconciliación antes de la toma de posesión presidencial, pues la paz de los hombres y mujeres está por encima de cualquier ritual. Por otro lado, llegar a un acuerdo a como diera lugar, antes de meterse en un juicio que podría producir resultados inesperados y agotar política y moralmente al demandante es una opción que se basa en la esperanza cristiana por encima de la justicia de los hombres. Esta hubiese sido una opción para la oposición.

Suenan como cosas utópicas e irreales, pero esa es justamente la característica de las enseñanzas de Jesús que nos desafían constantemente como creyentes. Justamente en estos tiempos tan difíciles que estamos viviendo pienso que debemos retomar estos principios y vivirlos intensamente.

Acerca de famorac

Motivado por la misión de la comunidad cristiana en el mundo contemporáneo.
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2 respuestas a Que diría Jesús a los venezolanos

  1. Alfredo Romero dijo:

    Esta bien, ese es nuestro ideal Cristiano, debe de ser expuesto y llamados a ser reconciliadores, pero creo que en el caso de los dos lideres Venezolanos, les pasa lo que en mi pais llamamos a forma de dicho popular «Chucho (perro) viejo no aprende truco Nuevo», Es decir, estos individuos están tan acostumbrados a la política sucia que seria solo producto de un milagro que hicieran buena política en su gestión…

  2. Otto Kladensky Jr. dijo:

    tu articulo – que diria jesus – es muy bueno. Justo sobre ese tema – aca en Cuenca, Ecuador terminamos un curso que hemos llamado Pastor Pacificador – esperamos por medio de estos esfuerzos evitar situaciones similares a las dolorosas que viven ustedes

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